domingo, 22 de mayo de 2011

#spanishrevolution

Comenzaba su blog este juntaletras -allá por enero- analizando las revueltas en Egipto y el insoslayable efecto multiplicador de internet y las redes sociales, capaz de desbordar las vías de comunicación convencionales sobre las que el poder se ha asentado en las últimas décadas. Lejos estaba de imaginar que las réplicas del temblor llegasen al Viejo Continente y menos aún que en mi propio país se desplegase la vanguardia de la tan necesaria rebelión social que, lejos de un arrebato violento de frustración, abra puertas a la ilusión y a la esperanza. Y mucho de eso apunta el movimiento 15M, la ya bautizada spanish revolution, con la que una generación supuestamente adormecida y nihilista ha tomado pacíficamente el ágora de sus ciudades desde el simbólico kilómetro cero de la Puerta del Sol. Y aunque la indignación sea el término preferido para adjetivar a cuantos se concentran en los escenarios de la protesta, no hay que buscar el origen de la protesta en el manifiesto Indignaos -ya comentado aquí- del nonagenario Stephane Hessel, sino en el mucho más transversal movimiento nolesvotes.com, nacido como reacción de los internautas españoles ante los abusos de la Ley Sinde, que con la coartada de defender los derechos de autor, prioriza intereses económicos sobre libertades fundamentales. Una ley aprobada por la gran mayoría de los representantes políticos, contra la opinión de la gran mayoría de sus representados.
Ése es el verdadero eje de lo que ahora se plantea en la calle, la constatación progresiva de que los representantes electos de los ciudadanos no son en absoluto tal cosa. Que el voto sirve a quien lo recibe y no a quien lo emite. Parece blasfemo cuestionar uno de los mantras fundamentales de la democracia, pero es obvio que en un sistema electoral como el español cualquier candidato depende mucho más de quien lo coloca en una lista y de en qué posición lo coloca, que de quienes finalmente votan esa lista. Sería largo detallar en qué medida la organización interna de los partidos, su financiación degenerada y sus servidumbres con oscuras esferas del poder económico, blindadas frente a la sociedad, desvirtúan por completo la represantatividad de los ciudadanos inherente a la democracia, hasta dejar sólo el nombre, un mero cartel con la palabra democracia. Recuerda a esos garitos americanos de la época de la Ley Seca, donde bajo el rótulo de un orfanato o de una funeraria operaba en los sótanos un casino, bien es verdad que con la libertad de elegir entre los de la familia Corleone o los de la Tattaglia.
Lo que late desde hace mucho tiempo en la intuición de los damnificados por una crisis que no parece penalizar a sus causantes es que la modélica democracia occidental no puede ampararse en la excusa de ser ese sistema imperfecto que, pese a todo, es el menos malo de los sistemas, para dejarse corromper hasta el tuétano y convertirse en una mascarada electoral donde decidir (como gráficamente apuntaba Vargas llosa sobre las elecciones peruanas) si preferimos el SIDA o el cáncer.
No faltan, desde luego, quienes desde los propios partidos hayan querido llevarse el agua del descontento a su molino. Ahí está por ejemplo la Izquierda Unida y revenida enarbolando el sectario panfleto de Hessel, pero los convocantes de esta rebelión popular han tenido el tino de desmarcarse de todos los partidos por igual y extender sus críticas a las organizaciones empresariales y sindicales (esto último desorienta a no pocos oportunistas de bandera y pancarta), la inteligencia de no proclamar líderes que desenfoquen el carácter colectivo del movimiento y la prudencia de distinguirse claramente de conocidas organizaciones de cafres antisistema y extremistas varios. Al contrario, han dado un ejemplo de resistencia pacífica, de orden, de organización y de civismo con el que resulta fácil sentirse identificado y, por una vez, hasta representado.
Y aunque admito que resulta ilusionante que un país como España, de escasa sociedad civil organizada, alumbre un movimiento cívico imaginativo que podría extenderse por el mundo, tampoco me faltan razones para el pesimismo. Tendrán que sobrevivir a la contaminación de indeseables, al oportunismo de arribistas, a los intentos de boicot y desacreditación de muchos de los poderes establecidos a los que desafían, a la manipulación interesada de medios, editoriales y contertulios al servicio de aquéllos y quizá también a que el gran valor de la transversalidad, su capacidad de aglutinar a muy distintos sectores de la sociedad, no encuentre el equilibrio entre el exceso de indefinición y la definición excesiva, que en un caso los disuelva y en el otro los divida. Al fin y al cabo el Mayo del 68 o la Primavera de Praga se quedaron casi en nada. Ni  violentos ni sectarios, y más lúcidos que desesperados, los jóvenes de la Primavera o el Mayo español se merecen la mejor de las suertes. Como mínimo servirá de terapia, reivindicará a una generación menospreciada y quizá descubra a los políticos que viven de causar y administrar la miseria de sus gobernados, que ni somos todos tontos ni lo somos todo el tiempo.

miércoles, 4 de mayo de 2011

Operación Mourinho

Vaya por delante que uno es del Atleti, lo cual convalida un máster en injusticias cósmicas, normalmente a favor del Real Madrid, que es nuestro enemigo natural, cuyas derrotas jaleamos como victorias propias, tan triste y rebelde es a veces nuestro sino. Y en esas nos hemos encontrado a menudo con el Barça, con el que disputamos partidos épicos, pero de buen rollito, hermanados en alguna medida por la fobia contra el enemigo común. Compañeros en la trinchera contra el poder establecido -que, a través de unos señores que antes vestían de negro, pero se comportaban como si vistieran de blanco, nos dejaba fuera de las subvenciones directas a la gloria- no llegamos como los culés a hacer del agravio causa política, de agresión contra la identidad nacional, pero tampoco les enmendábamos la plana ni cuando reclamaban un penalti centralista a diez metros del área
Pero hace más de veinte años que las cosas han cambiado, desde las ligas milagrosas que ganaba el Barcelona en el último partido, con más que sospechosos arbitrajes al rival en Tenerife, que con el correr del tiempo han dejado como dominadores en el oscuro estamento federativo y arbitral a algunos significados azulgranas y al Madrid con tanta fuerza en el cotarro como la UGT con Franco. Esa Federación piramidal, que por arriba termina en Suiza donde campan la UEFA y la FIFA, de transparencia democrática equiparable a los Soprano y que designan por ocultos ritos, propios de una logia masónica, a los árbitros de las diferentes competiciones.
Contra las acusaciones de manipulación sutil siempre puede alegarse  el error humano, lo opinable y relativo de si una jugada es más o menos penalti o expulsión y que las equivocaciones de los trencillas acaban afectando por igual a unos a otros. Pero cuando la cuenta de errores despierta sospechas, cuando las declaraciones de Guardiola consiguen revocar la designación inicial de un árbitro portugués para el partido de ida  y las de Mourinho consiguen en cambio que le encasqueten precisamente a un árbitro del que se queja, cuando una expulsión muy discutible condiciona el desarrollo del primer partido y las suspicacias se elevan a clamor en los medios, hay cosas que no deberían pasar. Y la anulación del gol de Higuaín es una de esas cosas. Por resumir, Piqué tira a Cristiano Ronaldo que en su caída derriba involuntariamente a Mascherano, quien seguramente tampoco habría podido evitar el gol de Higuaín. No conceder la ley de la ventaja y señalar la primera falta, la de Piqué, ya sería beneficiar al infractor, pero resolver la situación pitando falta de Cristiano Ronaldo, entra de lleno en la antología del disparate arbitral y da pábulo a cuantos venían diciendo que los árbitros favorecen al Barcelona y perjudican al Madrid.
Con ventaja de los blancos en el marcador el partido habría sido otro, igual que sin la expulsión de Pepe en el Bernabeu. Y esos son los partidos que habría querido ver, donde sin duda me habría alegrado de que el magnífico juego de ataque del Barça se hubiera impuesto a la racanería táctica de Mourinho, sin el asomo de una duda que ahora será permanente. Eso es en realidad lo que le han hurtado a los dos equipos y al espectáculo tamañas decisiones arbitrales.

Es manifiesta la hostilidad de Platini hacia la inflación que genera el talonario de Florentino en el fútbol y sabida es la crueldad de la UEFA con los que, como Mourinho, se atreven a cuestionar su cuestionable imparcialidad. Razón de más para extremar siquiera las apariencias de neutralidad. Pero el efecto ha sido, para muchos, consagrar a los antiguos agraviados como nuevos beneficiarios de la injusticia contra la que tanto han protestado.
Y en esas el Real Madrid se ha caído del guindo de la soberbia y el señorío y, de la mano de Mou, se queja hasta el comedidísimo Valdano, bien es verdad que sin la experiencia plañidera del ahora federativo Joan Gaspar, de quintas enteras de directivos blaugranas, ni  la más pertinaz y aquilatada de mi permanentemente oprimido Atleti.
Y es que lo que más me fastidia es que al enemigo de toda la vida, a la antítesis de nuestra esencia, a ese odioso correcaminos vestido de blanco, lo vayamos a encontrar ahora en la trinchera de los desposeídos, de la victoria moral y el sino trágico, hermanados acaso ante la tiranía. Por Dios, no. Hasta ahí podríamos llegar.