sábado, 3 de marzo de 2012

Detengan a ese Hansen

Este viernes publica El País una entrevista con James Hansen. Si consideramos al ahora mediáticamente desaparecido Al Gore como el gurú del alarmismo climático, podemos decir sin lugar a dudas que Hansen es su máximo profeta, desde su púlpito en el Instituto Godard de la NASA que lidera. Este tipo, que gasta sombrero de explorador y cara de mala digestión, pontifica que la solución para frenar el calentamiento global y su consecuente hecatombe es penalizar con impuestos a las energías fósiles hasta que alcancen el precio (varias veces superior) de las energías limpias.
Nada menos. Quién dijo crisis.

Desde su histórica declaración de 1988 ante el Congreso de los Estados Unidos, que consiguió alertar a la opinión pública de los horrores del calentamiento global inminente, este individuo, cuyo fundamentalismo colateralmente le ha convertido en un hombre acaudalado, no ha dejado de encogernos el ánimo con profecías apocalípticas envasadas como predicciones científicas. Pero el tiempo pasa. Y algunos tienen memoria.

Por ejemplo, en su famoso informe de 1988, que dejo aquí para quien tenga la paciencia de leerlo, sostenía -con esa probabilidad de más del 99% que atribuye a todo lo que sostiene- que de seguir el ritmo de incremento del CO2 en la atmósfera (cosa que efectivamente sucede) la temperatura global media sería 4º más alta en 2050. Ahora mismo deberíamos andar por un grado y medio de incremento. Sin embargo, a día de hoy, la temperatura media apenas ha subido una décima.
Con no poca osadía predijo también que para el año 2000 el río Hudson anegaría ya las avenidas del bajo Manhattan, junto con la desaparición total del hielo del Ártico. Nada extraño teniendo en cuenta que estimaba una subida del nivel del mar de siete metros en los próximos cien años. Si alguien comprueba que, en los veinticuatro que ya han pasado, no ha subido por lo menos el metro sesenta que le corresponde es que el mar recibe sobornos de las petroleras para joder a este señor.
En un alarde de pundonor y, animado por el éxito cinematográfico de la incómoda verdad de Al Gore, en 2008 este sujeto volvió a la carga reafirmándose en la profecía de la hecatombe, con alguna corrección de última hora, como esas que hace la cofradía del IPCC, del que es promotor y miembro destacado, que en este mismo período ha pasado de pronosticar una subida de seis grados en cincuenta años a una de dos en cien. Lo próximo supongo que será como en las rebajas: 1.99 ,0,99 oiga.

Lo peor de Hansen y su tribu es que si, como creo, sabemos tan poco del clima del futuro que hay tantas posibilidades de un calentamiento como de un enfriamiento, en caso de que sobrevenga éste último la verdadera catástrofe será tener que afrontarlo con unos precios de la energía disparados por el alarmismo fundamentalista de unos y la codicia oportunista de otros.

Al fin y al cabo la doctrina del calentamiento global y el ecologismo en general han sido toda una bendición para la industria del petróleo y de los combustibles fósiles. Lejos de tener que competir a la baja con los precios de la energía nuclear, convertida en anatema ecológico, pueden permitirse tensar los precios, acercándose progresivamente a los altísimos límites de las llamadas energías limpias y seguir siendo competitivos.
Para quien no lo entienda, un par de datos:

En 1998 un kw/hora de energía eléctrica costaba en recibo en España 15 pesetas (9 cts.). Hoy cuesta 17,2 cts. (91% más)
En 1998 un litro de gasolina de 95 octanos costaba 110 pesetas (66 cts.). Hoy cuesta 1,43 €. (116% más)
El salario medio en España en 1998 era de 276.150 pesetas (1659,69 €). Hoy es de 1.860,77 €. (12% más)

Aunque a menudo no se  da la verdadera importancia que tiene al precio de la energía en el fundamento de esta crisis catalogada como financiera, los datos deberían ilustrar la peligrosidad global de un fulano como Hansen que, como los sacerdotes aztecas, desde lo alto de la pirámide reclama más sacrificios humanos porque van perdiendo la guerra (así se las ponían a Cortés).

Por el bien de la Humanidad, detengan a ese tipo.