domingo, 10 de junio de 2012

Palabras para Julia

Tal vez ni siquiera te llamemos Julia. No lo sé. Mientras desciframos como un misterio gozoso las inquietas pataditas con las que anuncias tu llegada, tú no puedes volver atrás, porque la vida ya te empuja como un aullido interminable. Intento evitar que se desboque la ilusión de imaginarte, la tentación de figurarte de antemano con  lo mejor de tu madre y lo poco bueno de tu padre. Al fin y al cabo lo suyo es que te alíes con el tiempo para desmentirme y modelar con tu propia mano lo que casi ya eres. Solo espero tener suficiente humildad para comprenderlo. En lo que llegas y, tirando de un poema de José Agustín Goytisolo que me viene a la cabeza, puede que no estén de más unas pocas palabras sobre el convulso mundo en el que se te espera como una buena noticia.

Ahora mismo las cosas están mal, para qué engañarte. También es verdad que suelen estar mal tantas o más veces que bien y uno nace cuando le toca. Yo que tú casi me alegraría de tardar todavía unos años en tener pleno uso de razón. Andamos perplejos, sumidos en un desastre económico a cámara lenta, intentando comprender lo que nos espera, como un condenado a la silla eléctrica haciéndose el cursillo de electricista. Puede que algún día cuando te cuente la caída de Lehman Brothers y la crisis del euro, te suene tan arcaico como a mí la Gran Depresión y la perra gorda. Y me mires como a una pintura rupestre. Y será bueno que sea así. Es mucho mejor despertar a la vida con la alegría de los hombres, que llorar ante el muro ciego, que es lo que se lleva ahora. No te perderás gran cosa, mientras estás ocupada en lo verdaderamente  importante: reivindicar tu horario de comidas y alcanzar todos los juguetes y objetos que estén más lejos que tu mano.

Aunque no lo parezca, tienes motivos para el optimismo. Hasta ahora estos períodos de decadencia económica desembocaban siempre en guerras mundiales, hambrunas, pestes. A día de hoy no parece que se nos haya ocurrido nada tan truculento para salir de ésta. Puede que pasemos incomodidades y que lo que empieces a percibir cuando te toque pensar por tu cuenta es cuánto mejora todo, en lugar de cuánto hemos perdido los que ya estábamos aquí. A decir verdad, la Humanidad siempre progresa en términos generales, aunque a veces dé algunos pasos atrás para coger impulso. Además, como tu abuelo Claudio sentencia cuando aborda el tema del alarmismo climático (otra tontería pasajera, ya verás), nunca llovió que no escampase.

Además, no estamos tan mal. Seguramente tardará muchos años en importarte una higa, pero somos campeones de Europa y del mundo de fútbol, tenemos un tenista legendario batiendo records cada día, el mejor piloto de Fórmula 1. No te haces una idea de todos los años que ha tenido que esperar tu padre para contemplar semejantes prodigios fundacionales de un orgullo deportivo que tú traerás de serie. Para cuando puedas comprenderlo, seguramente estarás más interesada en la última película en 5D de una trilogía sobre vampiros polinesios, que comentarás con tus amigas en el perfecto inglés de vuestras conversaciones. Y darán igual las glorias y miserias del tiempo en que has nacido, sonarán a batallitas de ancianos mentalmente descatalogados.

Sin embargo, como todos, en tu época, en la mía y en cualquier otra, tendrás tus momentos de amargura. A veces te sentirás acorralada, te sentirás perdida o sola. Tal vez querrás no haber nacido. Se pasa rápido, descuida. Procura pensar que, pese a la que está cayendo, tus padres creemos que que nazcas es lo mejor que le puede pasar al mundo. Te dirán que la vida no tiene objeto (intenta no profundizar en la mecánica cuántica), que es un asunto desgraciado (hija mía, huye siempre, siempre de los aguafiestas)

Muy al contrario. La vida es bella, ya verás como a pesar de los pesares, tendrás amigos, tendrás amor. O al revés, tendrás amor y amigos, que Goytisolo no lo deja muy claro. Por si acaso tú ten amigos y luego todo el amor que puedas. Sobre todo el que des, que es un patrimonio que nadie puede arrebatarte. Al menos es lo que hace que un pesimista antropológico como tu padre haya amado siempre la vida como amará la que traes contigo.

La prima de riesgo, el colapso financiero internacional, la crisis institucional, el fin del euro, el corralito o lo que venga se disiparán antes o después como el humo de tantos incendios de la Historia. Una minucia ante la expectativa de sujetar tu cabecita en la bañera cuando, chapoteando feliz como solo puede serlo un niño, me regales tus primeras sonrisas. Si puede haber algo inolvidable, debe de ser eso.


Y siempre siempre acuerdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.