miércoles, 15 de agosto de 2018

Deforestación mental

Me atrevo a afirmar que la inmensa mayoría de la sociedad cree firmemente que existe una deforestación global más o menos catastrófica, que influye negativamente en el clima y nos aboca a una desertización progresiva. Si alguien busca en Google deforestación y CO2 encontrará miríadas de artículos donde se explica que una cosa es causa -o indistintamente consecuencia- de la otra.

Pues no.
Es todo mentira.

Casi ninguna investigación  seria sostenía semejantes afirmaciones, antes lo contrario. Ahora, además, acaba de publicarse en Nature el mayor estudio hasta la fecha (Song et al. Univ. Maryland), procesando imágenes de satélite obtenidas desde 1982. En él se afirma que la superficie forestal en el mundo ha crecido un 7% entre los años 1982 y 2016. Ha disminuido asimismo en un 3.1% la cobertura de superficie desnuda.

(Fuente: Richard Fuchs)
Tampoco es nada nuevo. Un amplio estudio de la Universidad holandesa de Waningen, liderado por Richard Fuchs ilustra magníficamente cómo la superficie forestal en Europa creció en un 33% entre 1900 y 2010. También en España un reciente informe, presentado en el Congreso de los Diputados y firmado por todas las instituciones técnicas relacionadas con el ámbito forestal, cifra en 180.000 hectáreas el aumento anual de la superficie arbolada en el país durante los últimos 25 años.

Parece de sentido común que el declive de la madera como material constructivo y la progresiva migración del ámbito rural al urbano, con el abandono de cultivos en países desarrollados, se traduzca en un aumento de terrenos arbolados o agrestes. De hecho, el estudio de Nature considera que el 60% de ese incremento se debe a la acción directa o indirecta del hombre (y la mujer, mil perdones) mientras que el otro 40% es atribuible al cambio climático (¿al aumento de CO2? ¡Vaya!)

Con todo, para no ser inmediatamente apedreados por los lobbies alarmistas, los autores sostienen que hay datos preocupantes, como que el aumento de árboles se produce fundamentalmente en el hemisferio Norte, que la pérdida de bosques tropicales acarrea también una pérdida mayor de biodiversidad y que no puede afirmarse que la mayor superficie forestal implique un aumento neto de la biomasa.

Pues falso también.

Un medio científico tan poco sospechoso de negacionismo como Nature Climate Change publica también un amplio estudio internacional donde sostiene -para el mismo intervalo 1982-2010- que la biomasa verde ha aumentado en un 40% de la superficie del planeta, reduciéndose apenas en el 4%. ¿Y cuál es el motivo para este reverdecimiento del planeta?: El aumento de los niveles de CO2. Tócate los....

Ya decía hace tiempo Freeman Dyson, sabio entre los sabios, que la preocupación por los niveles de CO2 era bastante ridícula, que si había más anhídrido carbónico habría más plantas que lo captaran. Y a otra cosa. Pero, en fin, ahora que hemos sobrevivido a la canícula, vendrá algún día con calor y viento. Y las autoridades se pondrán a culpar a redes de pirómanos por los incendios, cuando la causa es que hay más árboles, más maleza (biomasa) y más superficie rural desatendida.


La verdadera deforestación es neuronal. Sé que es inútil combatir con datos objetivos los bulos devenidos en creencias. Hoy la verdad parece establecerse democráticamente, viene a ser lo que piensa la mayoría de la gente que no piensa mucho. A medida que avanza la estupidez nos convertiremos en rancios negacionistas los que no creemos que Elvis esté vivo ni que los extraterrestres hayan construido pirámides. Timos como el de las islas de plástico (igual me he pasado de ironía en el post anterior y a alguno no le ha quedado claro) o el de la deforestación y la desertificación galopante seguirán propagándose como la avispa asiática. Todo el mundo es libre de alarmarse con lo que quiera. Tranquilidad, proliferan más los vendedores de apocalipsis inminentes que los optimistas pinkerianos.