viernes, 7 de febrero de 2020

Oscars 2020. Scorsese y los superhéroes


    Las películas de Scorsese han jalonado mi medio siglo de afición al cine, representando a su vez a una generación de cineastas que bebía orgullosamente de los clásicos. Por eso no pude estar más de acuerdo en su apreciación de que una cosa es el cine y otra las películas de superhéroes. Que es distinto contar historias que provocar espasmos con montajes frenéticos. Por poner un ejemplo, a mí juicio, Vengadores o las funestas secuelas pecuniarias de Star Wars son al cine de acción lo que los aparatos de gimnasia pasiva al deporte. Puro abdominazer -valga el aanacronismo- retiniano. Hay películas que me apetece volver a ver una y otra vez. Y no por enterarme de quién pegó o mató a quién en una reyerta caótica, o de si alguien dijo algo transcendental que me perdí en un barullo, sino porque siendo totalmente inteligible desde el primer visionado, se disfruta deshojando las capas de profundidad y paladeando la cadencia precisa que aporta la labor de un buen director cuando traduce un guión escrito a imágenes inolvidables y a emociones imperecederas. Y eso es El Irlandés. Pura delicia. Puede que sea larga, pero en absoluto lenta, siempre que uno disponga de tres horas y media para verla. Aunque entiendo que hoy, para el espectador medio, Lo que el viento se llevó o El Padrino serían miniseries de tres o cuatro episodios. El día que la vi pensé de inmediato que ninguna otra se acercaría ni de lejos a la categoría de película del año. O de la década, que una obra maestra de Scorsese son palabras mayores.
    Pero hay más, porque éste, la verdad, ha sido un buen año de cine. Y, como a Scorsese le perseguirá la maldición de Netflix en los Oscars, la favorita parece 1917. No voy a descubrir a Sam Mendes y su film es un verdadero prodigio, muy por encima de otros laureados falsos plano-secuencia totales como Birdman. Y uno se pasa la película completamente fascinado, pero sin desconectar un momento de cómo ha podido rodar esto o aquello y dónde ha puesto la cámara. No seré yo quien la tilde de videojuego, pues le sobra calidad artística, pero no me alcanza el efecto inmersivo que pretende (al final, la historia me da casi igual) deslumbrado como me deja su excelencia técnica.
    También me parece excelente "Érase una vez en Hollywood", por más que tenga mucho de autohomenaje de Tarantino, que ya es un género en sí mismo. Maduro y contenido, despliega todo su talento visual aunque, en mi opinión, la tensión narrativa descansa demasiado en la expectativa de un final que no se produce. Me pregunto si un segundo visionado no se resentirá demasiado de ello. Eso sí, el oscar a Brad Pitt, que lo merece más por otros papeles, está asegurado.
    Me gustaría poder menospreciar a El Joker, porque no es mi tipo de cine, pero es otra gran película. Es verdad que Todd Phillips partiendo del Deus ex machina marveliano que tanto me irrita y sobre un simplón mensaje antisistema, a base de retórica y ambigüedad moral y de una estética oscura y saturada, compone una película inquietante. Como su protagonista, Joaquin Phoenix, que ya es inquietante con solo decir buenos días, perturbador si levanta una ceja y aterrador si levanta las dos. No cabe duda que se llevará el oscar al mejor actor. Atrévete tú a negárselo.
    En un plano claramente inferior coloco a Historia de un matrimonio. O más bien de un divorcio. Más teatral que cinematográfica, luce dos interpretaciones magníficas, las de Adam Driver y Scarlett Johansson, aunque quien se llevará el oscar será Laura Dern. Curiosamente, la historia nos deja mucho más impresionados a los hombres que a las mujeres. El truco es sencillo. Puestos así, parecen dos personas excelentes atrapadas en una crisis matrimonial. Si les cambias el sexo, quien se va a Los Ángeles resultaría un perfecto hijo de puta.
   Dejo para el final la más extravagante, original y acaso talentosa de todas las películas que concurren este año a los Oscar. La coreana Parásitos, de Bong Joon Ho, es prodigiosa. Hace falta tanta sabiduría como ingenio y audacia para saber subvertir los géneros de comedia, drama y tragedia para conseguir a la vez una comedia trágica y una tragedia cómica enmarcada en un drama social. Tan llena de oficio como de atrevimiento.  Si alguna puede dar la sorpresa y desafiar al propio Sam Mendes es ésta.
    En la categoría de actriz principal, dudo poco de que gane Renee Zelweger, cuya interpretación es todo lo que aporta la muy prescindible Judy.  Y, ya puestos, espero que en la categoría de animación se lleve el premio Klaus, no porque sea española sino porque es la primera recomendación cinematográfica de mi hija de siete años con la que disfruto de verdad.

    La edad es una enfermedad que siempre va a peor. Puede que lo que mentalmente tenemos por sólido se haya convertido en rígido y nuestra sensibilidad intelectual, como nuestras rodillas, pierda colágeno y padezca de artritis y de artrosis. O puede que no. Pero yo sigo siendo de Scorsese.