miércoles, 16 de noviembre de 2016

El muro de las cínicas lamentaciones

La primera declaración de intenciones de Donald Trump sobre  su presidencia nos tiene a los progresistas en un sin vivir de rasgarnos las vestiduras, cubrirnos de  cilicio y echarnos cenizas sobre las cabezas (Samuel 13:19) Muy apropiado teniendo en cuenta el nombramiento como principal asesor presidencial de Stephen Bannon, acusado de antisemita. Trump pretende cumplir lo prometido, deportar a dos (o tres) millones de indocumentados con antecedentes criminales o delitos y levantar un muro en la frontera con México.
Pero en realidad no parece que vaya a hacer nada muy novedoso. Más que construir, va a continuar la obra comenzada por Bill Clinton en 1994, con la Operación Gatekeeper (que además militarizó la frontera) y de la que gracias a las sucesivas administraciones Bush y Obama y el impulso del Senado ya existen más de mil doscientos kilómetros de muros, barreras o vallas electrificadas en una frontera de 3.185 km. Hay que recordar que la mayor parte de esa línea divisoria -más de dos mil km.- la constituye de forma natural el Río Grande (Río Bravo para los mexicanos) y que existen además zonas de desierto extremo donde cualquier fortificación resulta innecesaria. Por mucha voluntad que demuestre Trump, hay que reconocer que sus predecesores le han facilitado considerablemente la tarea. Para muestra, un gráfico.



En cuanto a los eventuales deportados, el electo presidente tampoco parece haber inventado la pólvora. Primero porque ya era práctica habitual en Estados Unidos -y casi en cualquier país- expulsar a los indocumentados, máxime si delinquen. Segundo, porque la escalada de deportaciones en las últimas décadas ha sido galopante.
Fuente: Univisión
De las ochocientas mil de Bill Clinton al record de 2.768.357 de Obama que, para cuando termine su mandato en enero, habrá superado ampliamente la cifra de los tres millones. Eso sí, en su caso ha dado prioridad a las expulsiones de sin papeles con antecedentes criminales, sensibilidad que declara compartir ahora su sucesor.


Y, digo yo, no será que la alarma ante Trump de los que nos sentimos defensores de los derechos civiles, particularmente en Estados Unidos, se parece cada vez más a la de Claude Rains en Casablanca, cuando cierra el Café de Rick mientras recoge sus ganancias de la ruleta. "¡Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega!"


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