
Tampoco es mala La Gran Estafa Americana (American Hustle), de David O. Russell, por suerte algo menos desquiciada que las anteriores The Fighter y El Lado Bueno de Las Cosas (Silver Linings), aunque insiste en extremar los personajes a cambio de desenfocar algo la historia. Eso sí, como siempre todos sus actores están nominados y alguno o, seguramente alguna, tocará premio. Aunque ya me dirán qué necesidad tenía Christian Bale de engordar veinte kilos para la poca chicha que la panza aporta a su interpretación.
La otra gran candidata es 12 Años de Esclavitud. Aunque el cine autoflagelatorio sobre la lucha por los derechos civiles de los negros -este año se han estrenado también Mandela y la panfletaria El Mayordomo- a veces me carga tanto como las incontables películas sobre la Guerra Civil española, la historia del violinista secuestrado merece alguna consideración aparte. Decía Boyero que si los judíos tienen dos grandes retratos del Holocausto dirigidos por dos de los suyos, como Spielberg y Polanski, ahora también el drama de la esclavitud afroamericana tiene un relator, si bien no exactamente afroamericano, al menos negro. Y es que el británico Steve McQueen, aun sin llegar a las cotas de La Lista de Schindler o El Pianista, aporta una espléndida factura visual y algún destello de calidad narrativa (la escena del ahorcamiento fallido) que le confieren dignidad y solvencia por encima de cualquier tópico. Me ha impresionado la interpretación de Michael Fassbender, aunque lo políticamente correcto sería oscarizar a Chiwetel Ejiofor.
También merece la pena ver Gravity que, seguramente, valdrá el oscar a la mejor dirección al mexicano Alfonso Cuarón. No es para menos por el rigor científico y la intensidad dramática con que transmite la angustia impotente de la ingravidez. Y yo no la he visto en 3D. Hay que añadirle el mérito de lo novedoso y de lo complicado de rodar algo así, sin precedentes y -nunca mejor dicho- sin puntos de apoyo. En contra, he de decir que el desenlace resulta inverosímil desde la primera media hora y el desarrollo es tanto o más delirante que espectacular.

No me cabe ninguna duda de que el premio a la interpretación femenina se lo llevará Cate Blanchett (aprovecho para agradecer a Woody Allen que haya hecho un paréntesis en sus rodajes de guías turísticas de Londres, Barcelona, París o Roma), por Blue Jasmine. No hay galardón que no haya ganado pese a competir con imponentes trabajos de Meryl Streep y Julia Roberts. Será que Agosto, la película en la que coinciden, resulta algo desapacible y antipática y le crujen las tablas del teatro del que acaso no debió salir.
Dejo sin comentar Her y Dallas Buyer's Club (donde parece que está espléndido Matthew McConaughey) porque no he tenido ocasión de verlas.
En fin que, o mucho me engaño o va a estar muy repartida la cosecha de premios, cosa muy deseable cuando se trata de la Lotería de Navidad pero quizá no tanto en cuanto a la excelencia artística. Triunfarán de nuevo películas de las que ya he visto y no dejaría nada poco importante por volver a ver. A lo mejor me estoy volviendo viejo (sé que doy pábulo a algún comentarista) y la nostalgia de pasadas épocas gloriosas no es sino un síntoma esclerótico. Pero por una vez no intentaré quedarme en vela y fracasar para seguir la ceremonia de entrega de los Oscar. Me acostaré razonablemente temprano, de mejor o peor humor según el Atlético haya ganado o no el derby. En el peor de los casos, más se perdió con Philip Seymour Hoffman y Paco de Lucía.