jueves, 20 de octubre de 2011

Neutrinos y gin tonics

La comunidad científica está que se sale. Perdida la euforia de la mayor parte siglo XX, cuando los avances en el conocimiento y la tecnología acostumbraban a adelantar a las previsiones más optimistas,  entramos, sin advertir las señales ni declarar la alarma, en un cierto período de decadencia -sólo paliada por la irrupción inesperada de internet y el dinamismo de la informática- que ha enfriado, cuando no congelado, la antigua confianza en el progreso imparable de la Ciencia. Cuando era niño, se calculaba la primera expedición tripulada a Marte para 1986. En su lugar, la década de los ochenta nos trajo -para mal- el SIDA y la inesperada incapacidad de la medicina para obtener una vacuna en menos de cinco años, para bien nos deparó el final de la guerra fría y, para inquietarse, la terrible sospecha de que el progreso se ralentiza exasperantemente sin la amenaza de una guerra.  Las carreras trepidantes se detuvieron y la Ciencia comenzó a acomodarse a los tiempos de la opulencia, a los aparatos burocráticos, los intereses cortoplacistas y las componendas político-económicas. Quizá a eso sea a lo que ahora se le llama la "comunidad científica".
En este estado de cosas, cuando casi todas las esperanzas de algún descubrimiento revolucionario que anime la depresión de la crisis económica están centradas en la investigación sobre los fundamentos de la Física que se lleva a cabo en el LHC, el acelerador de partículas del CERN en Ginebra, la comunidad científica nos alboroza con el descubrimiento de los neutrinos superlumínicos. Estas partículas subatómicas, que supuestamente han viajado 60 nanosegundos más rápido que la velocidad de la luz, aparte de cuestionar la Teoría de la Relatividad, podrían abrir una puerta en el tiempo hacia el pasado. Para terror de los cirujanos plásticos, Cher, Donatella Versace y la misma Duquesa de Alba han empezado a encargar cremas de neutrinos, por lo que pueda pasar.
Pero todo parece haber sido un error, la propia Relatividad y un teorema de Faemino y Cansado (La máquina del tiempo de Gespaña) arrojan luz -nunca mejor dicho- sobre el desajuste. La precisa sincronización que requería el experimento entre los relojes del emisor y el receptor de los neutrinos, realizada mediante GPS, no tuvo en cuenta el movimiento relativista de los relojes a bordo de los satélites GPS que midieron la velocidad de las partículas. Una desviación de, curiosamente, 60 nanosegundos. Caramba.


Sin embargo, los resultados del experimento CLOUD, también realizado recientemente en el CERN y del que aquí dimos noticia, que socavan los fundamentos de la teoría del calentamiento global por los gases de efecto invernadero, no han tenido apenas eco en la prensa, pese a ser publicados en Nature. La consigna del director del CERN, de recomendar a la comunidad científica que silbe antes que interpretar los datos y contrariar al IPCC, ha sido efectiva. La marcha de "El  puente sobre el río Kwai" es la canción más escuchada en Ginebra.

Precisamente de Ginebra va también el siguiente hito científico. La National Science Foundation americana, después de examinar concienzudamente cientos de gin-tonics, ha llegado a la conclusión de que aunque se llene hasta el borde la copa de ginebra y tónica, con el hielo sobresaliendo del nivel de la bebida, la fusión del susodicho hielo no ocasiona el desborde de la copa, ni el aumento del nivel del combinado. Después de corregir su web, la "comisión Arquímedes" está buscando al científico que alertó de que una eventual fusión del hielo del Ártico elevaría catastróficamente el nivel del mar en ni se sabe qué cantidad de metros, actualmente en paradero desconocido  (el científico, se entiende).

No quiero terminar este artículo sin expresar mi reconocimiento a los científicos del Instituto Geológico Nacional, que descartaban por altamente improbable una erupción volcánica en el Hierro, por disparate el que se formase una nueva isla y que tranquilizaban con que en ningún caso habría peligro para la población. De manera sutil pero valiente han puesto al descubierto una operación urbanística de recalificación ilegal de terrenos submarinos de un parque natural protegido. De qué otro modo entender los movimientos irregulares de las placas tectónicas sino en contubernio con oscuros intereses del Cabildo.
 La Ciencia no es tonta, oiga.