Si, hace ahora un año, me quejaba de la deriva a la mediocridad del cine de la última década, en esta ocasión he de admitir que concurren dos películas excepcionales, quizá obras maestras por su proposición novedosa, acompañadas de algunos filmes sobresalientes que, sin duda, habrían hecho fortuna comercial en galas anteriores.
Boyhood. Hay personas que, en la inminencia de un accidente, relatan haber visto pasar su vida en imágenes durante un instante no mayor que una fracción de segundo. No es probable que esa secuencia concreta sea la que elegiría un guionista para componer una buena historia de esa vida. Enfatizar unos acontecimientos sobre otros daría lecturas muy diversas y diferentes a la de ese instante supremo de objetiva subjetividad. Puede que la vida no se parezca nada a una conexión narrativa de hechos aislados sino, como propone Boyhood, a un instante permanente que se vive siempre en presente. Desde ese planteamiento humilde?, Linklater convierte la trivial adolescencia de un muchacho cualquiera en grandiosa épica de la vida cotidiana. Me ha costado mucho sentarme a ver una película de casi tres horas en la que, según mis indicios, no pasaba nada importante, más cuando la paternidad me ha privado de sábados o domingos de resaca ociosa en los que el tiempo cotiza bajo. Sin embargo transcurre con una ligereza tan insospechada como la profundidad que alcanza. Obra maestra, a mi juicio, aunque desaconsejable para quien no pueda prescindir de argumento. Digna de llevarse el oscar a mejor película y director y quizá también del premio a Patricia Arquette como mejor actriz de reparto.
Birdman. Una genialidad indiscutible. El ritmo enloquecido de un único aunque falso plano-secuencia, un guión prodigioso, magistralmente dirigido, memorables interpretaciones de Michael Keaton y Edward Norton, la personalidad del cine de Iñárritu en clave de comedia, lejos de su, a veces cargante, tremendismo. En mi opinión, su mejor película, que no es poco decir. Vanguardista, redonda y completa, en casi cualquier otro año, Birdman acapararía la mayoría de los oscar importantes, pero el director mejicano corre el riesgo de compartir la suerte de Tarantino en el 95, cuando Pulp Fiction fue arrasada en los premios por Forrest Gump. Además de la formidable competencia de Boyhood por película y director, Eddie Redmayne, que clava a Stephen Hawking en la entretenida La Teoría del Todo y J.K. Simmons, el aterrador profesor de la prescindible Whiplash, posiblemente dejen sin estatuilla a Keaton y Norton.
Tampoco ha tenido suerte Wes Anderson y el brillante surrealismo colorista de El Gran Hotel Budapest. Por poco no llegó a los Oscars de 2014, donde creo que le habría ido mejor.
No dejaré de recomendar Perdida aunque, pese a la nominación de Rosamund Pike, pasará desapercibida en la noche de los galardones. Un excelente film de ese Hitchcock moderno que es David Fincher. Impresionante carrera la del director de Seven.
También es notable Enigma (The Imitation Game), con el buen trabajo artístico de Benedict Cumberbatch y Keira Knightley, envueltos con el sello de producción de la factoría Weinstein, siempre vistoso, pero siempre también con un aire de sección de decoración de El Corte inglés.
Doy por hecho que la mejor interpretación femenina será la de Julianne Moore, aunque confieso que ni he visto Siempre Alice, ni me apetece. Seguro que merece el oscar, como lo merecía Jack Lemmon, a quien después de tantos papeles inolvidables como actor principal, la Academia fue a premiar por Salvad al Tigre. ¿Alguien la ha visto? Pues eso.
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