Comenzaba su blog este juntaletras -allá por enero- analizando las revueltas en Egipto y el insoslayable efecto multiplicador de internet y las redes sociales, capaz de desbordar las vías de comunicación convencionales sobre las que el poder se ha asentado en las últimas décadas. Lejos estaba de imaginar que las réplicas del temblor llegasen al Viejo Continente y menos aún que en mi propio país se desplegase la vanguardia de la tan necesaria rebelión social que, lejos de un arrebato violento de frustración, abra puertas a la ilusión y a la esperanza. Y mucho de eso apunta el movimiento 15M, la ya bautizada spanish revolution, con la que una generación supuestamente adormecida y nihilista ha tomado pacíficamente el ágora de sus ciudades desde el simbólico kilómetro cero de la Puerta del Sol. Y aunque la indignación sea el término preferido para adjetivar a cuantos se concentran en los escenarios de la protesta, no hay que buscar el origen de la protesta en el manifiesto Indignaos -ya comentado aquí- del nonagenario Stephane Hessel, sino en el mucho más transversal movimiento nolesvotes.com, nacido como reacción de los internautas españoles ante los abusos de la Ley Sinde, que con la coartada de defender los derechos de autor, prioriza intereses económicos sobre libertades fundamentales. Una ley aprobada por la gran mayoría de los representantes políticos, contra la opinión de la gran mayoría de sus representados.
Ése es el verdadero eje de lo que ahora se plantea en la calle, la constatación progresiva de que los representantes electos de los ciudadanos no son en absoluto tal cosa. Que el voto sirve a quien lo recibe y no a quien lo emite. Parece blasfemo cuestionar uno de los mantras fundamentales de la democracia, pero es obvio que en un sistema electoral como el español cualquier candidato depende mucho más de quien lo coloca en una lista y de en qué posición lo coloca, que de quienes finalmente votan esa lista. Sería largo detallar en qué medida la organización interna de los partidos, su financiación degenerada y sus servidumbres con oscuras esferas del poder económico, blindadas frente a la sociedad, desvirtúan por completo la represantatividad de los ciudadanos inherente a la democracia, hasta dejar sólo el nombre, un mero cartel con la palabra democracia. Recuerda a esos garitos americanos de la época de la Ley Seca, donde bajo el rótulo de un orfanato o de una funeraria operaba en los sótanos un casino, bien es verdad que con la libertad de elegir entre los de la familia Corleone o los de la Tattaglia.
Lo que late desde hace mucho tiempo en la intuición de los damnificados por una crisis que no parece penalizar a sus causantes es que la modélica democracia occidental no puede ampararse en la excusa de ser ese sistema imperfecto que, pese a todo, es el menos malo de los sistemas, para dejarse corromper hasta el tuétano y convertirse en una mascarada electoral donde decidir (como gráficamente apuntaba Vargas llosa sobre las elecciones peruanas) si preferimos el SIDA o el cáncer.
No faltan, desde luego, quienes desde los propios partidos hayan querido llevarse el agua del descontento a su molino. Ahí está por ejemplo la Izquierda Unida y revenida enarbolando el sectario panfleto de Hessel, pero los convocantes de esta rebelión popular han tenido el tino de desmarcarse de todos los partidos por igual y extender sus críticas a las organizaciones empresariales y sindicales (esto último desorienta a no pocos oportunistas de bandera y pancarta), la inteligencia de no proclamar líderes que desenfoquen el carácter colectivo del movimiento y la prudencia de distinguirse claramente de conocidas organizaciones de cafres antisistema y extremistas varios. Al contrario, han dado un ejemplo de resistencia pacífica, de orden, de organización y de civismo con el que resulta fácil sentirse identificado y, por una vez, hasta representado.
Y aunque admito que resulta ilusionante que un país como España, de escasa sociedad civil organizada, alumbre un movimiento cívico imaginativo que podría extenderse por el mundo, tampoco me faltan razones para el pesimismo. Tendrán que sobrevivir a la contaminación de indeseables, al oportunismo de arribistas, a los intentos de boicot y desacreditación de muchos de los poderes establecidos a los que desafían, a la manipulación interesada de medios, editoriales y contertulios al servicio de aquéllos y quizá también a que el gran valor de la transversalidad, su capacidad de aglutinar a muy distintos sectores de la sociedad, no encuentre el equilibrio entre el exceso de indefinición y la definición excesiva, que en un caso los disuelva y en el otro los divida. Al fin y al cabo el Mayo del 68 o la Primavera de Praga se quedaron casi en nada. Ni violentos ni sectarios, y más lúcidos que desesperados, los jóvenes de la Primavera o el Mayo español se merecen la mejor de las suertes. Como mínimo servirá de terapia, reivindicará a una generación menospreciada y quizá descubra a los políticos que viven de causar y administrar la miseria de sus gobernados, que ni somos todos tontos ni lo somos todo el tiempo.
Me da mucha alegría tus palabras. Y es que a mi este movimiento me ha ilusionado tanto que dudé si me estaba dejando llevar un exceso de ingenuidad. Como tu eres más racional me quedo tranquilo viendo que independientemente de como acabe no es una locura pensar que esto es la mejor noticia que ha podido darse en España en los últimos años.
ResponderEliminarUn abrazo
Angel Etxaniz
Comparto la satisfacción de haber ganado para la causa tu opinión frente a tu característico descreimiento. No obstante, como no sería yo si no interviniese para contrariar, al menos un poco, he de decir que hubiera agradecido tu interés como el de tantos cuando el 12 de marzo de este año me uní a la plataforma nolesvotes y colgué el link en mi Facebook. Y lo hice porque efectivamente es tal y como lo describes y no como los medios de desinformación y los tertulianos casposos y desactualizados comentan estos días. Iniciado por el abogado que se ha convertido en la pesadilla de la SGAE, su objetivo no es fomentar el abstencionismo, sino por el contrario utilizar el voto, principal recurso de los ciudadanos en democracia, para castigar a quienes utilizan nuestra representación para beneficiar los intereses descarados de un sector concreto por encima de nuestros derechos fundamentales.
ResponderEliminarDicho lo cual, comparto todo lo dicho en este artículo. Para mí la protesta en sí misma, la necesaria canalización de un sentimiento de hartazgo frente la desfachatez de políticos, frente a la desvergonzada exhibición de intereses económicos y empresariales, frente a la inmoral actuación de sindicatos y patronales, frente a la hipocresía y la demagogia del nuevo despotismo ilustrado, la protesta en sí es el fin en sí. Para mí es irrelevante que este movimiento cuaje o no porque no es el sentido pragmático quien lo guía, sino el sentimiento colectivo de descontento, por una vez unido y capaz de organizarse. Cuando acudimos a la concentración de Coruña y vimos en su libro de firmas la cantidad y la calidad de lo allí escrito por otros ciudadanos como nosotros lo tuve claro; necesitábamos esta catarsis colectiva frente a la típica Spanish queja individual. Termine como termine para muchos ya ha tenido éxito, ya se han sentido acompañados en su frustración, ya han sido escuchados al menos durante unos días.
Los escépticos suelen ser idealistas escaldados. Supongo que me queda algún vestigio de convicciones e ilusiones pretéritas. Me alegro de encontrarte ahí, Ángel. En cuanto a Cris, entono el mea culpa. No lo vi venir, pensaba que se quedaría en una cruzada contra la SGAE. Por cierto, creo que me gusta más el comentario que mi propio artículo.
ResponderEliminarEstimado JohnDoe:
ResponderEliminarYa me estaba tardando tu comentario sobre el fenómeno. Creo que casi todos (al menos, los que nos molestamos en pensar en ello) estamos de acuerdo en lo imperfecto de nuestra democracia. Por citar alguno de sus pecados:
-Sistema partitocrático. Se prima la obediencia a la excelencia.
-Sistema electoral injusto (sería arduo discutir el porqué).
-Muy imperfecta separación de poderes (4º poder incluido).
-Sistema de financiación de partidos opaco y proclive a la corrupción.
-Privilegios inaceptables en beneficio de la casta política.
Es obvio que nada de esto va a cambiar por propia iniciativa de los beneficiados. Sólo cambiará si no les queda más remedio. Y para que no tengan otra opción, deberán ver en peligro su permanencia en el poder.
La spanishrevolution sólo será útil si llega a suponer una amenaza para los grandes partidos, si asumen que, para mantener el apoyo de la ciudadanía, tienen que incorporar sus demandas.
Ojalá eso llegase a ocurrir algún día, pero me temo que habrá que pasar muchas noches a la intemperie para conseguirlo.
Entre tanto, lo más sabio es obligar a nuestros hijos a desaprender el gallego y sustituirlo por el alemán. En eso -y en poco más- Montilla es un adelantado a su tiempo.
Querido y estimado Juannadie.
ResponderEliminarTu analisis como siempre es certero en muchas de tus opiniones, pero tengo que manifestar que la plataforma 15-M, no bebe ideologicamente del libro de hessel,ni de las movilizaciones del mundo arabe, ni mucho menos explotó gracias a las redes sociales. No, sus raices son mucho mas antiguas.
Hace 14 años, en la primavera de 1987 un grupo de idealistas lucharon contra el sistema, y como siempre perdieron. Pero, que bien se lo pasaron.
Ellos tambien estaban organizados en un ciento de comisiones, tambien eran jovenes, tambien tomaron las calles,acompañada de alguna que otra copa.
Pero a diferencia de la spanish revolution, tenian un objetivo claro y sobre todo un lider carismatico MANOLO EL DEL MEGAFONO.
Yo, ya viví esto, y estoy pensando en irme unos dias a la Puerta del Sol.
Tan bien lo pasamos entonces, que antes de tanta copa todavía sabías restar. Hará unos 14 kilos de aquello, pero temo que años son 24. Hasta el punto de que ya no me acuerdo mucho del claro objetivo, aunque sí de que claramente no lo conseguimos. A ver si les va mejor a éstos, aunque seguro que no se divertirán tanto.
ResponderEliminarUn abrazo, Andrés.
No soy antidemócrata pero más de una vez me habréis oído decir que no creo en la democracia. Me encantaría creer en la democracia pero en la democracia de verdad. Ahora que se ha puesto de moda ponerle apellidos a la democracia, a la nuestra (y a la de muchos países de nuestro entorno) podríamos llamarle la democracia de los cínicos. La democracia de los que mienten, la democracia de los que no dicen lo que piensan, la democracia de los asquerosamente políticamente correctos o incluso mejor la democracia de los ineptos. De los ineptos si, de esos que dicen que son profesionales de la política y que elecciones tras elecciones figuran en unas listas de unas sectas mafiosas mal llamadas partidos políticos en los cuales, como bien dice el amigo Juan Nadie ellos mismos deciden quien se presenta. Esos políticos profesionales, esos que se dedican a la política porque no valen para otra cosa, esos que al igual que los directores y gerentes de los hospitales han sido siempre los más burros de la clase. Con esa clase política hay que acabar. Debería evitarse que una persona pudiese presentarse más de dos veces a unos comicios. Los políticos no hacen las cosas para beneficio del pueblo, a los políticos no les importa el pueblo, a los políticos solo les importan los votos y conservar su sillón. Debería ser la gente del pueblo, la que solo con el fin de ayudar al pueblo se presentase y, una vez cumplida su misión, ya sea en el gobierno o en la oposición, se le agradecen los servicios prestados a la comunidad y vuelta a su trabajo.
ResponderEliminarHace pocos años unos amigos míos se afiliaron a un grupo político de nueva creación, predicaban única y exclusivamente "cosas lógicas". Y es que la política no es ni derechas ni izquierdas, la política es lógica. Yo mismo le sugerí a uno de ellos (alguien muy relacionado con este blog) que el lema de ese partido debería ser "las cosas con lógica" aunque no cuajó. También le dije que lo bueno de ese partido era que no había políticos profesionales pero que si al final acababan entrando, como por desgracia ocurrió, ese partido no tendría futuro. Poco después mis amigos abandonaban ese partido.
Con el movimiento 15M parece que se ha recuperado el ágora, el debate asambleario en la plaza del pueblo. Pero habría que ser muy optimista para creer que esto puede cambiar algo. Para empezar a cambiar lo primero que tendríamos que hacer sería suprimir la figura del político profesional.
Un saludo de
Un compostelano español madridista de vocación y obradoirista de nacimiento y devoción políticamente incorrecto
Jo, mi querido amigo compostelano español, madridista, etc. etc.. lo que queda claro es que, a juzgar por los que escribís aquí, no parece que los únicos ni los más indignados sean los jóvenes, que bien talludos que estáis todos. Y tan pulcros y aseados que nadie os tomaría por un perroflauta cuarentón.
ResponderEliminarLo perverso del sistema de partidos es que sólo desde dentro se puede cambiar y hasta las mejores ideas cuando han pasado por ese aro casi siempre se quedan en humo. No aspiro realmente a que el movimiento 15M haga propuestas que vayan a cambiar el panorama. Sólo a que se vaya extendiendo la idea-protesta de que no creemos a los políticos, que no nos tragamos más que son nuestros representantes y velan por nuestros intereses. A la desafección general que permita a la gente salirse de la trinchera sociológica permanente entre rojos y fachas, entre nacionales y republicanos, progres y carcas, españolistas e independentistas, clericales y anticlericales.
Si los que mantienen la protesta consiguen demostrar que su generación no está secuestrada por las dos Españas de toda la vida, ya será un éxito.
Se me saltan las lágrimas. Joven, vuelvo a ser joven.
ResponderEliminarAmigo, que esto es un movimiento de jóvenes de todas las edades.
En mi pueblo, el más joven tiene 21 y el mayor 57. Entre medias, de todas las edades. Eso sí, predominan los menores de 35.
No somos muchos, pero le estamos tocando las narices, pacíficamente, a más de uno.
ay ay ay, Amaral, ¿llegó tu revolucíón?.
Unha aperta
Me alegro, Augusto. Salga lo que salga de ahí, como si no sale nada, el punto de ilusión ya lo tienes. Y sentirse joven a tu edad (o a la mía) no es poco logro. Así que carpe diem.
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