La Historia, hoy más que nunca, pasa por internet, por las redes sociales y por los blogs. Hasta por éste, casi recién estrenado e inaugurado precisamente con una entrada sobre Egipto. En 1989, cuando la caída del Muro de Berlín, internet era apenas un fenómeno incipiente. Hoy, que puede que otro ominoso y transcendental muro se derrumbe, la red ha sido el poderoso ariete que lo ha empujado. Tal vez un día recuerde que un 11 de febrero escribí mientras veía pasar la Historia, con un cierto escalofrío al pensar en otro 11 de febrero de 1979 en que la revolución islámica triunfaba en Irán. Pero voy a permitirme algún cauto optimismo.
Treinta y tres dinastías gobernaron Egipto hasta la desaparición de la última -la de los Ptolomeos- con la muerte de Cleopatra. Durante casi dos mil años pasó de mano en mano (romanos, árabes, otomanos, franceses y británicos) hasta la llegada de Nasser en 1952, el malogrado Sadat y, por fin Mubarak. Treinta años en el poder y la prevista sucesión de su hijo y heredero debieron hacerle soñar con ser el fundador de la trigésimo cuarta dinastía. Desde luego, ya no será así.
Egipto y el mundo lo celebran, desde el Eje del Bien hasta el del Mal. Sin duda es más fácil estar de acuerdo contra algo que ponerse de acuerdo a favor del mismo futuro. Queda un preocupante ¿y ahora qué?
Como sucedió en Berlín, es probable que se propague por la zona el efecto dominó. Ojalá que hacia la instauración de verdaderas democracias pero, hasta en el más favorable de los escenarios, será delicado redefinir los equilibrios en el conflicto árabe-israelí.
La clave ahora mismo está en el papel del Ejército egipcio, que hasta aquí ha sabido derivar la situación hacia una salida no violenta. Sin olvidar que es el mismo Ejército de cuyas filas surgieron las figuras de Nasser, Sadat y Mubarak, puede ser la única garantía de una transición pacífica y ordenada pero firmemente controlada. Y el mejor ejemplo a mano -como algunos ya proponen- podría ser Turquía.
Como este 11 de febrero de 2011, Mubarak ya es Historia. O, como los antiguos faraones, ya es momia. La penosa diferencia para él será no poder llevarse todos sus bienes terrenales a la otra vida. La Banca Suiza ha decidido congelar sus cuentas.
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