jueves, 10 de febrero de 2011

Antisemitismo. Bromas las justas

Es llamativo que mientras la palabra semita designa, cultural que no étnicamente, a casi todos los pueblos de Oriente Medio y Próximo como hebreos, árabes, asirios, babilónicos, etc (en referencia a los descendientes de Sem, primogénito de Noé) la palabra antisemita, sin embargo, se usa perversamente desde finales del s. XIX para referirse, en sentido racial, exclusivamente a la hostilidad contra los judíos.
Estoy terminando de leer El cementerio de Praga, de Umberto Eco, que ilustra estupendamente el nacimiento de esa corriente de odio que desembocaría medio siglo más tarde en la barbarie del Holocausto nazi. En unos días comentaré este libro.

Si me anticipo a tratar este tema es porque me ha llamado la atención la fulminante defenestración por parte de El País del cineasta Nacho Vigalondo, hasta ese momento blogger de referencia de su edición electrónica e imagen publicitaria del lanzamiento de las nuevas aplicaciones del diario para soportes digitales. El motivo: una broma en su twitter amenazando irónicamente con declarar que el Holocausto había sido un montaje o que la bala que mató a Kennedy todavía no había aterrizado. De poco le ha servido deshacerse en excusas, desmarcarse de cualquier antisemitismo o negacionismo ni explicar su intención de bromear con cosas disparatadas. La represalia ha sido inmediata, radical y tajante. Y puede decir que ha tenido suerte de que el hecho haya ocurrido en España, donde todavía - aunque por poco tiempo - no es delito la negación del Holocausto. En Alemania ya estaría detenido en espera de juicio.

Por de mal gusto que sea bromear sobre algunas cuestiones, por estúpido que parezca negar lo evidente y por aborrecible que resulte justificar alguna de las bajezas más vergonzosas de la historia de la Humanidad, encuentro absolutamente desproporcionado el tratamiento represivo con el que se persigue desde la Ley y desde la tiranía social de la corrección política, cualquier expresión presuntamente antisemita o la propia negación -por absurda que de por sí resulte- de un hecho histórico abominable como el exterminio masivo de judíos en la Alemania Nazi.

La crueldad humana ha llegado demasiadas veces a extremos inconcebibles. Algunos episodios históricos han rebasado incluso la magnitud y la atrocidad de los campos de la muerte del III Reich. Unos en dimensión: La represión estalinista pudo haber acabado con las vidas de entre tres y diez millones de rusos, tantos o más costaron las purgas de la Revolución Cultural de Mao. Otros por las proporciones del genocidio: Los Jemeres Rojos de Pol Pot torturaron y asesinaron a un millón y medio de camboyanos ¡un cuarto de la población! y ¡en apenas cuatro años! O qué decir de la masacre del 80% de los tutsis de Ruanda en 1994.

Sin embargo no está ni penado ni perseguido negar o jalear cualquiera de estas aberraciones u otras similares de las que la Historia ha sido terriblemente pródiga. Ni tampoco glorificar la bíblica conquista de Jericó donde los israelitas de Josué acabaron con la vida de todo hombre, mujer, niño o anciano que moraba en ella, por más que el asunto pertenezca a la leyenda.

La libertad de expresión no debería  tener más límite legal que el de los derechos de otra persona, no los de pueblos, hechos o de opiniones socialmente aceptadas. Lo demás pertenece al terreno de la Ética, no del Derecho. Es más peligroso tolerar excepciones a la regla que tolerar las expresiones más reprobables.

1 comentario:

  1. Me recuerda al incidente con las caricaturas de Mahoma en Dinamarca, publicada precisamente en un artículo periodístico sobre la libertad de expresión. Hay que ver...
    Totalmente de acuerdo con la conclusión. El respeto a la libertad de expresión tiene sus límites en derechos fundamentales de la persona, no de los pueblos, y de acuerdo también en que obviar esto es el fundamento de las recientes corrientes de lo correcto política, climatológica y “de genéricamente” hablando. El fundamentalismo parece no ser sólo religioso. Me temo que a este paso acabaremos como aquel condenado a lapidación de La Vida de Brian por haber dicho Jehová.
    En todo caso, estimado bloggero, echo de menos una alusión al único genocidio que tras el judío dio lugar a la creación de un Tribunal Criminal Internacional, el primero tras Núremberg, y me refiero a los asesinatos de miles de musulmanes en Bosnia-Herzegovina. También en este caso, el “eje del bien” tardó en reaccionar. Cuatro añitos duró la guerra…

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