viernes, 4 de febrero de 2011
Olor de multitud
Ahora que miles de egipcios tridimensionales -que han perdido esa arcaica facultad cultural de alinearse de lado- se apiñan en la Plaza de la Liberación para pedir la renuncia de Mubarak, me pregunto si el calor de la revuelta resulta más acogedor en estos fríos de enero, que atenúan la sudoración excitada de la muchedumbre. A las justas razones para desear una pronta y pacífica resolución de la crisis, añadiría la meramente higiénica de no esperar a la canícula cairota con la multitud concentrada codo con codo y hombro con axila.
Supongo que lo anterior es una poco afortunada digresión para analizar si la deseable solución democrática para Egipto y quien la lidere serán recibidos en olor o en loor de multitud(es). De unos años a esta parte ha florecido una errónea tendencia en el castellano a derivar el olor a la santidad y el loor a la multitud. Es obvio que los santos huelen a muerto y que la loa y alabanza es mayor cuanta más gente la proclama Pero realmente se "loa a", es decir, el loor va seguido siempre del sustantivo que expresa la persona o cosa a la que va dirigida la alabanza, no del sustantivo que expresa quién la realiza. Ojalá la multitud clame en loor a El Baradei por suceder pacífica y democráticamente a Mubarak. Recibirle en loor de multitud sería gramaticalmente incorrecto, sin embargo hacerlo en olor de multitud podría ser incómodo y poco agradable, pero de absoluta corrección idiomática.
La construcción adverbial "en olor de" procede del latín y su uso metafórico en el sentido de "cualidad" está documentado en español desde el siglo XIII. Desde ahí su sentido derivó también hacia el de "reputación" y posteriormente -a finales del XIX- al de "rodeado de, envuelto por", que es donde cobra razón de ser la expresión "en olor de multitud o multitudes".
Lo curioso es el hecho de que el sentido recto, no metafórico, de la palabra olor dé lugar a interpretaciones jocosas de la construcción en olor de multitud(es), ha ocasionado que, desde finales de los años ochenta, muchas personas de púdica candidez sustituyan olor por loor, palabra que, por significar ‘elogio o alabanza’, encaja mejor para el hablante actual con el valor de la expresión; pero -según señala la Real Academia Española- se trata de una ultracorrección que debe evitarse.
Así pues, ya que los ciudanos egipcios llevan décadas tapándose a nariz ante el régimen de Mubarak, no pasa nada porque los castellanohablantes soportemos coherentemente el olor de multitud por una buena causa y nos dejemos de loores cursis.
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Consciente como soy de que este artículo ahora público tiene su origen en una discusión privada - doméstica, diría incluso- me acojo al rectificar es de sabios y sin que sirva de precedente, ni para demandarme posteriores rectificaciones ni para atribuirme sabiduría alguna, he de coincidir. La locución en olor de multitud, inspirada tal vez en el olor de santidad de Sta. Teresa, no es pues tergiversación de loor de multitud, que ha sido expresión posterior y resultado de la etimología popular. Espero que mi enmienda sea al menos loable. Fdo: una asidua lectora sin olfato.
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