viernes, 24 de agosto de 2012

Machismo progresista

Pertenezco a una generación de hombres que dan biberones y cambian pañales, que no solo cocinan sino que hacen la comida, más allá del tópico de la barbacoa. Que no ayudan en casa sino que comparten o a menudo desempeñan en mayor medida las tareas domésticas, sin descuidar por ello las labores propias de su  sexo, como cambiar la bombilla, la rueda del coche o perpetrar chapuzas en cualquier cosa que pueda dar calambre o tener un mecanismo. Por algún atavismo que todavía no nos han extirpado, cedemos el asiento a las damas, cargamos con las bolsas del supermercado y, en general, respetamos como sagradas todas las prebendas  con que la injusticia histórica ha pretendido compensar magramente al llamado sexo débil.
Como gratificación por pagar en aras de la igualdad la dejadez retrógrada de nuestros padres, abuelos y demás antepasados varones, hemos obtenido una notable colección de perjuicios, desventajas e incluso vejaciones, rubricadas por el bonito principio de la igualdad efectiva, que es un sinónimo menos incómodo de la muy paradójica discriminación positiva. Esto es: si dadas las condiciones para que exista la igualdad de oportunidades, ésta no se traduce en la igualdad de resultados, se procederá a variar la igualdad de oportunidades hasta que se produzca el resultado igualitario. Y así, legitimado el feminismo  como valor fundamental del sistema e instalado en ideologías con el motor agotado, los varones disfrutamos, por ejemplo, de agravantes penales por razón de sexo o de recargos en las pólizas de seguro de automóvil. O de que quepan en lo políticamente correcto todas las generalizaciones negativas sobre los hombres y positivas sobre las mujeres. Ya se sabe, ellas tienen menos accidentes porque conducen mejor (y, curiosamente, bastante menos), son más inteligentes como demuestran los resultados académicos (que son los que cuentan, no los premios Nobel, que están amañados), mientras nosotros no somos capaces ni de hacer dos cosas a la vez. Eso sí, se nos reconoce más fuerza física, lo que nos da ventaja en ciertos deportes (como el ajedrez que, siendo mixto, no tiene campeonas mundiales). No obstante unas amigas recientemente me han señalado con disgusto la poca repercusión que había tenido la medalla olímpica de waterpolo femenino, frente a la de baloncesto masculino. Y es que no se da suficiente visibilidad a las mujeres. Claro.

Para paliar tal oprobio, en este país hay una legión de Organismos, observatorios e instituciones públicas dedicados a asegurar la visibilidad de la mujer, por ejemplo, a través del lenguaje. Más allá del enternecedor miembros y miembras de alguna exministra recolocada en la ONU, ha habido en los últimos años una implacable labor de desmasculinización y desdoblamiento del género neutro. Al lado de los jueces han aparecido juezas y junto a los fiscales, fiscalas. Por algún olvido solo hay de momento criminales y no criminalas. También se ha preservado el masculino para los maltratadores y el femenino para víctimas. Todavía no hay víctimos, aunque 30 hombres murieron en 2009 a manos de sus parejas o exparejas. Algo habrían hecho. Tampoco, pese a la que está cayendo, está previsto introducir en los discursos políticos especuladores y especuladoras, corruptos y corruptas, imputados e imputadas ni culpables y culpablas.

También hay hombres de mi generación decididos a autoflagelarse y jalear como hare krishnas descalzos todas las chinchetas que se lanzan a su paso en forma de cuotas reservadas a mujeres, subvenciones y rebajas de exigencia por razón de sexo, que socavan los principios de mérito y capacidad. Y no digo yo que no haya que favorecer laboralmente a las mujeres con ocasión de las incapacidades temporales derivadas del embarazo y del parto. Y a madres y padres de las causadas por las lactancias correspondientes. Sí, lactancia paterna de Blemil Plus. Pero también muchas mujeres de mi generación se sienten incómodas y hasta indignadas cuando se las favorece como a discapacitadas permanentes, cuando su sobrada valía puede ser puesta en cuestión por un sistema injusto de atribución de méritos. Bastantes son a su vez madres y no gozan con la perspectiva de que en el futuro se discrimine a sus hijos frente a sus hijas.

Por eso cuando, luchando contra el sueño, en los escasos ratos libres que deja la crianza de mi pequeña hija, me pongo a leer el libro de moda de la educación temprana, uno que trae en la portada a un padre sosteniendo a un bebé entre sus piernas y, a las diez páginas, la pedagoga de turno me dice que es importante que intente implicar al padre en la motivación y estimulación de la criatura, me entran unas ganas endiabladas de sublevarme contra el feminismo imperialista de lesbiana amargada, la pedagogía meapilas, la secta de la corrección política de la ciudadanía del séptimo día, la madre que los parió y el padre gilipollas que acudió a las clases preparto a ponerse a horcajadas conteniendo con la respiración una contracción imaginaria y a que encima le recomendaran el puñetero libro.

Y digo yo, si a estas alturas lo socialmente progresista para alcanzar la no discriminación por razón de sexo no será...  hacerse machista.

11 comentarios:

  1. Completamente de acuerdo. Felicita a Cris por el artículo

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  2. En vaya jardicincillo te acabas de meter....
    Un abrazo
    Moncho G

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  3. No, en una terraza pequeña, que es donde me han exiliado. El precio de la liberación masculina, hermano :)

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  4. SundanceKid24/8/12, 15:06

    Querido colega (ahora sí que lo somos definitivamente), tienes razón en gran parte de tus argumentos,y espero que no termines en eso que el Fary llamaba “hombre blandengue”. Para los que todavía no se hayan unido al nuevo movimiento masculino, dejo la semilla ideológica fundacional: http://www.youtube.com/watch?v=M8xfzsjB2jI.
    La mejor reseña literaria que he leído acerca del “hombre blandengue” (tan detestado por las mujeres como por el Fary) reside en el más famoso relato acerca del mundo del fútbol, escrito por el gran Fontanarrosa y titulado “19 de Diciembre de 1971” (http://www.negrofontanarrosa.com/publica/cuentos/fp_cn_t.asp?id=17). En él describía a un pobre tipo de esta forma tan gráfica: “así como estaba viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia”. El participio es impactante e ilustra, de forma simultánea, la pobre condición en la que vivía el individuo y el desprecio que ésta suscitaba entre sus congéneres.
    Dicho todo esto, colega, todos confiamos en que terminarás imponiéndote y limitándote a las labores propias de nuestro sexo: ver partidos de fútbol, leer el Marca y tomar cervezas firmemente acodado en la barra del bar.
    Un abrazo.

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  5. Totalmente de acuerdo. En los años que llevo como docente he podido comprobar que, en su mayoría, las mujeres son académicamente mucho más constantes y aplicadas que los hombres. Como padre de gemelos, educados exactamente igual, compruebo a diarío las diferencias determinadas por la presencia de un cromosoma Y, sin que esto último sea malo. Pero la genética es la genética y los hombres son hombres y las mujeres son mujeres,se eduquen como se eduquen. No obstante afirmo que la presencia de 2 cromosomas X otorga una especial habilidad para hacer la cama, poner bien la mesa o no mojar el baño al salir de la ducha, tareas que por mucho que te empeñes en hacerlas bien se encuentran inhibidas por una proteína de naturaleza desconocida codificada en algún locus del cromosoma Y.

    Un abrazo de un compostelano, español, madridista de tradición, obradoirista de nacimiento y devoción, políticamente incorrecto que le gusta mirar a los ojos de la gente.

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  6. Queridos todos, aunque inicialmente podría estar de acuerdo en la mayoría de los argumentos, me pregunto: ¿y no será que las mujeres en nuestro afán de liberarnos de las ataduras que, sin duda, hemos arrastrado durante siglos, estamos olvidando que los hombres son mas inteligentes de lo que podamos pensar? precisamente porque han sido capaces de mantenernos en tal papel durante siglos... la tal proteína desconocida me parece que no es mas que un morrazo que se lo pisan (aunque suene poco científico, con perdón de los ilustres y me consta que muy inteligentes miembros del sexo masculino presentes en este blog). De todas formas, hay de todo en la viña del señor y no hay que generalizar. He de decir que me hace gracia que Juan Nadie haya escogido este tema precisamente ahora ¿es que sólo nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena? Tranqui, siempre habrá alguien a quien puedas acudir para pedir consejo real y no consumir libros que parecen sacados de un mundo irreal pues cada uno es como es, aunque que vas tener tantas opiniones contradictorias que cada cual ha de ir aprendiendo sobre la marcha y el segundo es mas fácil... depende del rol que te hayan permitido asumir.Anónima.

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  7. Estoy completamente en desacuerdo. Me pareces un rancio. He dicho. Será depresión postparto paterna?Beatriz.

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  8. Gracias Bea y Marianónima. Ya me estaba deprimiendo que no se cabreara nadie. Por lo menos generar discusiones de pareja, irritar a figuras del pádel femenino... Triste sería patalear en el desierto

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  9. Más razón que un santo. Me solidarizo.
    Angel II.

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  10. Sí. Deberías hacértelo mirar.
    http://www.ncbi.nlm.nih.gov/m/pubmed/22648681/?i=4&from=paternal%20perinatal%20depression

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