He de confesar que este año cualquier pronóstico de mi falsaria bola de cristal viene condicionado por haber visto sólo la mitad de las películas nominadas. Algunas no han sido estrenadas en España y otras -para qué negarlo- me han dado pereza, pero tengo la sensación de que no erraré mucho el tiro. Porque, entre excelentes filmes como El Puente de los Espías o Spotlight, que bien podrían haber acaparado estatuillas en casi cualquier otro año, sobresale una descomunal, la del resucitado o revenido The Revenant, mal traducido -a mi juicio- como El Renacido. Y ya tiene mérito, no sólo porque Alejandro González Iñárritu pueda emular a John Ford o a Mankievitz con dos oscars consecutivos, sino porque casi cualquier análisis de su película es un rosario de quejas iracundas para acabar dolorosamente rendido a sus pies. Ya he hablado otras veces de lo que me carga su tremendismo pero, en esta ocasión, afila su sadismo escarbando en el dolor hasta la tortura, en ese miedo que traspasa las meninges, propio de la frontera de Meridiano de Sangre de Cormac McCarthy. Si no fuera ateo, le pediría a Dios que le prohiba llevarla al cine. También me carga su narrativa pretenciosa y soberbia, pero he de admitir que la película está a la altura de su propia grandilocuencia. Más allá del prodigio de sus algo falsos planos secuencia, lleva la acción a dimensiones desconocidas (el ataque de la osa o la caída con el caballo son para verlos una y otra vez buscando el truco). Todo eso enmarcado por las majestuosas localizaciones que retrata como nadie Emmanuel Lubezki, el dios indiscutible de la dirección fotográfica. Uno se queda con la sensación de que le ha atropellado un autobús.
Y queda DiCaprio. Puede que no sea su mejor papel, pero mantener durante casi todo el metraje la mueca dolorida, transmitiendo sin apenas diálogo, le ha tenido que ensanchar la cara tres o cuatro centímetros por cada lado. Alguien resumía su interpretación como la escena del coche de El Lobo de Wall Street, pero durante dos horas y pico. La paliza y las vejaciones que ha tenido que padecer el pobre hombre durante el rodaje bien merecen que le perdonen de una vez por Titanic y le den el Óscar.
Estoy tan convencido de que El Renacido se llevará los galardones a película, director, actor principal y fotografía que, si me equivoco, prometo votar al Partido Animalista. También podría merecerlo como actor de reparto Tom Hardy o -más de mi gusto- Mark Rylance, el circunspecto espía de El Puente... pero es más probable que se lo lleve Sylvester Stallone que en Creed, por una vez, casi parece un actor.
No opinaré demasiado sobre las actrices porque La Habitación, por la que es favorita Brie Larson, todavía se estrena hoy en España. Imaginó que estará entre ella y Cate Blanchett por Carol, que siempre está bien.
Como ya he dicho concurren otras películas excelentes, pero que harán caja como mucho en categorías menores. Marte podría haber sido magnífica sin ese final tan Disney como inverosímil. La Gran Apuesta es tan audaz como trepidante, aunque cuesta seguirla del todo si uno carece de un máster en análisis financiero. El Puente de Los Espías es una obra grandiosa donde todo es perfecto, aunque creo que apenas competirá en la categoría de mejor guión (que firman los Coen) y con un duro rival, Spotlight, otro peliculón que merecería un año menos competido. Su espléndido reparto y su ritmo impecable son de lo mejorcito del thriller periodístico, pero su suerte me recuerda a la de un examen que un infausto profesor me suspendió hace mucho tiempo porque, aunque según él había contestado correctamente a todas las preguntas, no le había dicho nada que él no supiera.
En fin, preveo un tercer año consecutivo de gloria mexicana y segundo de apoteosis de Iñárritu. El pasado, su amigo Sean Penn bromeaba diciendo "Quién le habrá dado a este cabrón la tarjeta verde". En este año del Chapo, Trump y otros maleantes, no creo que repita el chiste.
Como ya he dicho concurren otras películas excelentes, pero que harán caja como mucho en categorías menores. Marte podría haber sido magnífica sin ese final tan Disney como inverosímil. La Gran Apuesta es tan audaz como trepidante, aunque cuesta seguirla del todo si uno carece de un máster en análisis financiero. El Puente de Los Espías es una obra grandiosa donde todo es perfecto, aunque creo que apenas competirá en la categoría de mejor guión (que firman los Coen) y con un duro rival, Spotlight, otro peliculón que merecería un año menos competido. Su espléndido reparto y su ritmo impecable son de lo mejorcito del thriller periodístico, pero su suerte me recuerda a la de un examen que un infausto profesor me suspendió hace mucho tiempo porque, aunque según él había contestado correctamente a todas las preguntas, no le había dicho nada que él no supiera.
En fin, preveo un tercer año consecutivo de gloria mexicana y segundo de apoteosis de Iñárritu. El pasado, su amigo Sean Penn bromeaba diciendo "Quién le habrá dado a este cabrón la tarjeta verde". En este año del Chapo, Trump y otros maleantes, no creo que repita el chiste.
me encanta tu blog! ya veremos tus predicciones ;)
ResponderEliminarGracias, Lizzie. Por fin, sabía que en tres o cuatro años alguien diría que le ha gustado :)
EliminarUn beso
Gracias, Lizzie. Por fin, sabía que en tres o cuatro años alguien diría que le ha gustado :)
EliminarUn beso