sábado, 7 de mayo de 2016

Trump: La tormenta perfecta

Hace un par de semanas, Bayron, un ciudadano de Sabadell, asesinaba a su pareja sentimental (otro hombre) machacándole la cabeza con un busto de bronce mientras dormía. La historia, truculenta y morbosa de por sí, tenía además el trasfondo desgarrador del maltrato, abusos, vejaciones y humillaciones padecidas durante años por Bayron, que acaso le empujaron a cometer el horrible crimen y para los que no encontró amparo, por el simple hecho de ser hombre y no mujer.  Es curioso que, con la avidez por la casquería de los medios de comunicación, cueste tanto encontrar siquiera una mera reseña del hecho. O no, porque cualquier insinuación o sugerencia de que puedan existir discriminaciones por razón de género masculino a menudo acarrea episodios de linchamiento político -como ocurrió con Marta Rivera de la Cruz o Toni Cantó- por contravenir el dogma absoluto de lo políticamente correcto, sin que quepa alegar razones de justicia material por palmarias que sean. Quizá a los medios les invade el mismo terror que a los políticos a incurrir aún en la forma más leve de presunta herejía machista. 

En las sociedades occidentales predominan cada vez más principios o ideas devenidos a dogmas incuestionables. Algunos son feministas, otros de corte ecologista, los hay supuestamente antirracistas, económicos, identitario-nacionalistas. A pesar de su apriorística buena voluntad para la mayor justicia y mejor convivencia, todos tienen en común que hurtan y a veces prohíben o castigan cualquier debate sobre ellos hasta imponer un credo de lo políticamente correcto, más cercano a una religión opresiva que a las libertades asociadas clásicamente la democracia. La presión es a veces suficientemente incómoda para un ciudadano normal, pero para cualquier personaje público son precipicios hacia el abismo de la excomunión civil. De ahí que sobre todo los políticos abdiquen inmediatamente de algunas de sus convicciones y de las de sus votantes por el terror demoscópico a ser estigmatizados. Y ese corpus dogmático se extiende a derecha e izquierda, en perfecta transversalidad. Partidos conservadores apadrinan los impuestos ecológicos y partidos socialistas y comunistas defienden fueros medievales y secesionismos insolidarios.

En ese estado de cosas llega un tipo como Trump, despacha un par de herejías y los autoconsiderados bienpensantes opinamos de inmediato que eso le coloca en los márgenes más periféricos del sistema, que no tiene la más remota posibilidad de alcanzar la nominación del ya bastante extremista partido republicano. Y ahora, que ya es un hecho, nos tenemos seriamente que incluso pueda alcanzar la presidencia, con la misma incapacidad de comprender lo primero como la posibilidad de lo segundo. No es que el zafio Donald sea un producto genuinamente americano. En Francia el partido más votado es el Frente Nacional de Marine Le Pen, en Italia todavía no se han librado del todo de Berlusconi, en toda Europa prosperan los populismos antisistema de derecha e izquierda. Pero seguimos convencidos de que nos salvará la campana (la de Gauss) de extremismos políticos presuntamente marginales.

Seguramente en política un comentario machista o racista inhabilita o limita radicalmente las posibilidades de quien lo emite, pero a partir de ahí -y Trump lo sabe- hay poco que perder. Puede permitirse seguir blasfemando diariamente contra el credo dominante a sabiendas de que antes o después acertará con cosas que en el fondo bastantes piensan y nadie más se atreve a defender. Así puede que muchos de sus potenciales votantes apenas compartan una décima parte de sus ideas, pero esa parte tenga la entidad reivindicativa suficiente para convertirse en un motivo de castigo hacia un sistema que les oprime y empobrece. Porque además el radicalismo del tío Donald no se queda en la facción más ultraderechista de su partido -como es el caso de Ted Cruz- sino que se permite pescar del otro lado, atacando a la globalización, el libre comercio o los excesos de la economía financiera con más éxito que Bernie Sanders. Al fin y al cabo su fortuna personal le hace independiente de uno de los mayores cánceres del país, los lobbies empresariales que financian las carísimas campañas presidenciales. Por poner solo un ejemplo, el precio de venta de los medicamentos en Estados Unidos es de hasta veinte veces más caro que el precio de venta al público (sin subvención) en -me consta- España, donde los mismos laboratorios también ganan mucho dinero. ¿Nadie ve en ello una extorsión inhumana en el país de la libre competencia? ¿O tiene algo que ver que el lobby que más dinero dedica a las campañas presidenciales sea precisamente el de las farmacéuticas? ¿Por qué ni Obama ni, presumiblemente, Hillary Clinton han empezado la reforma sanitaria por ahí? Lo mismo podría decirse de grupos de presión de la industria armamentística o paramilitar de incuestionable influencia geopolítica y muchos otros intereses nada populares a los que la deuda obliga a rendir tributo antes que a los ciudadanos.

En fin, contra lo que pueda pensarse, el mercado electoral de Trump va más allá del nicho de varones blancos obreros empobrecidos por la crisis que recelan de la globalización y de los tratados de libre comercio, más allá de los que sienten perdido el orgullo de potencia mundial. Lo peligroso es que acabe generando una tormenta perfecta, que cualquiera lo suficientemente incómodo por la tiranía de lo políticamente correcto, cualquiera que haya visto cómo la crisis se llevaba sus ahorros o su trabajo sin poder abjurar del capitalismo que rescata a sus bancos y promueve la deslocalización física y financiera de sus multinacionales, cualquiera con algún agravio, humillación o venganza pendiente aun viendo a Donald Trump como un bufòn grotesco o un verdadero monstruo, claudique, acabe tapándose la nariz y votándole, por agredir con su busto de peluquín naranja la cabeza del sistema.

Como Bayron.

3 comentarios:

  1. Aunque no comparta algunas de tus reflexiones es siempre un placer leer unas lineas refrescantes e ingeniosas.

    Angel II (el vasco)

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    1. Querido Ángel. Está bien que las reflexiones sean distintas, si no las cenas serían un rollo. De todos modos tampoco tengo claro que haya conseguido reflejar bien mi idea de que el sueño de la razón produce monstruos como Trump, de que cuando las ideas enferman el cuerpo social se corrompe. Venía quemado de una semana en la que no se podía hablar de José Tomás sin ser tachado de bárbaro, pero es sólo una de las muchas agresiones a mi condición de opinador libertario. Cada vez resulta más difícil no decir Jehová en algún contexto y que, como poco le etiqueten a uno de reaccionario hasta los que lo son por vocación. Me tranquiliza que un tipo como Javier Marías opine algo parecido en El País Semanal y, sobre todo, me tranquiliza que publique su opinión un día después que yo. Lo recomiendo.

      http://elpaissemanal.elpais.com/columna/la-tremenda/

      Gracias por leerme y un abrazo, viejo amigo.

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  2. Es bien cierto que vivimos instalados en lo políticamente correcto. Nadie tiene la valentía de decir lo que piensa sino lo que la mayoría quiere oir. Por eso es sorprendente que un aspirante a la Casa Blanca diga cosas que aquí habrían supuesto su excomunión política. Resulta fácil hacer demagogia con situaciones que a todos nos parecen injustas pero difícilmente solucionables. El Papa visita los campamentos de migrantes y se lleva a unas familias en su avión como si con eso se arreglara todo. Luego sabemos que el Estado Vaticano tiene acogidas cinco familias pero la noticia era la primera.
    Y así vivimos, prometiendo soluciones imposibles pero si nuestra información procede de la televisión, la capacidad crítica ni está ni se la espera. Y así hasta el 26j o hasta fin de año, que todo es posible. Claro que de los cinco meses de legislatura, 21 dias de vacaciones de Semana Santa (no somos aconfesionales?) Y dos meses sin trabajar porque se ha terminado la legislatura. Eso si, percibiendo todos los salarios y complementos.
    Nos hacía falta un Trump aun sólo sea por tener un "malo de la película" y seguro que obtendría bastantes mas votos de los previsibles. Claro que este no busca enriquecerse, ya lo es.

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